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De subconjunto a superestructura: el ascenso planetario de la economía

Writer's picture: Afkar CollectiveAfkar Collective

Updated: Feb 23


Formación de un huracán

Artículo públicado orginalmente a: afkar collective


Durante décadas, científicos y responsables políticos han visto nuestro planeta como un conjunto de sistemas distintos pero interrelacionados. Estos sistemas, a menudo denominados "esferas", incluyen la tierra sólida (geosfera), el aire y el clima (atmósfera), todos los seres vivos (biosfera), las sociedades humanas, nuestras innovaciones tecnológicas y nuestras actividades económicas. Este modelo retrataba a la economía como una parte más pequeña del panorama social y ambiental más amplio, limitada por las normas culturales y los límites de la naturaleza.


Sin embargo, las observaciones recientes sugieren que esta visión tradicional ya no puede

reflejar con precisión nuestra realidad actual. La economía global ha crecido y evolucionado hasta tal punto que ahora parece abarcar e influir en todos los demás sistemas. En lugar de ser un subconjunto, la economía se ha convertido en un marco general que da forma no solo a las preferencias sociales y a las interacciones ambientales, sino también al desarrollo tecnológico, a las condiciones atmosféricas e incluso a los procesos geológicos.

Este cambio representa un cambio fundamental en la forma en que debemos entender el mundo que nos rodea. La economía ya no es solo una parte del sistema planetario; se ha convertido en una fuerza motriz por derecho propio, que se está remodelando activamente a sí misma y al mundo que la rodea. Es como si la economía hubiera desarrollado una forma de inteligencia propia, adaptándose y evolucionando constantemente en respuesta a diversos inputs y presiones.


En este nuevo paradigma, podemos pensar en la economía global como un sistema complejo y auto-organizativo con varios componentes clave:

  1. Estructuras de motivación: los incentivos económicos guían el comportamiento y el uso de los recursos a nivel mundial.

  2. Redes de información: los precios del mercado y los mecanismos de retroalimentación ayudan al sistema a adaptarse y mejorar.

  3. Indicadores de rendimiento: métricas como el PIB y las evaluaciones de impacto ambiental miden cuán bien funciona el sistema.

  4. Marcos de cooperación: los acuerdos y las políticas permiten que las diferentes partes del sistema trabajen de manera eficaz.

  5. Redes de interdependencia: los contratos y los intereses compartidos crean conexiones entre los diversos actores del sistema.

  6. Canales de distribución de valor: los sistemas financieros garantizan que los recursos fluyan donde se necesitan.

  7. Unidades autónomas: desde grandes corporaciones hasta sistemas de IA, estos entes toman decisiones que influyen en todo el sistema.


Estos elementos trabajan juntos para crear un marco dinámico y receptivo que comienza a asemejarse a un sistema nervioso global. Si bien aún se encuentra en sus primeras etapas, este sistema muestra signos de una forma emergente de conciencia planetaria.


Dada esta nueva realidad, nuestro desafío no es resistir o revertir esta tendencia, sino aprender a adaptarnos y darle forma de manera responsable. Necesitamos reconsiderar nuestro enfoque de los problemas globales, reconociendo que ahora formamos parte de un sistema más amplio e interconectado que abarca todo el planeta.


Este cambio requiere que actualicemos nuestro pensamiento y nuestras instituciones para alinearnos con el concepto de un "superorganismo global": un vasto sistema interconectado que exhibe características de inteligencia colectiva a escala planetaria. Al reconocer este cambio y trabajar para mejorar las capacidades y la receptividad de este sistema emergente de manera responsable, podemos encontrar nuevas formas de abordar los complejos desafíos y oportunidades de nuestro tiempo.


En esencia, estamos entrando en una nueva era en la que nuestro sistema económico global se está entrelazando cada vez más con todos los aspectos de nuestro planeta. Al abrazar esta nueva perspectiva y trabajar para guiar positivamente su desarrollo, podemos crear soluciones más efectivas a los problemas globales y construir un futuro más sostenible y próspero para todos.


Este cambio de paradigma nos exige repensar la forma en que abordamos los desafíos ambientales, sociales y económicos. Ya no podemos tratarlos como dominios separados, sino como partes interrelacionadas de un sistema global cada vez más integrado.


Por ejemplo, en lugar de ver la protección ambiental simplemente como un costo para la actividad económica, debemos entender cómo la salud de los ecosistemas es fundamental para el buen funcionamiento y la resiliencia a largo plazo de nuestro sistema económico. Del mismo modo, en lugar de ver el bienestar social como un lastre para el crecimiento económico, debemos reconocer cómo una población saludable y educada es un activo clave para la innovación y la productividad económica.


A medida que abrazamos esta visión más holística, también debemos reexaminar nuestros sistemas de gobernanza y nuestros indicadores de éxito. Las medidas tradicionales como el PIB se vuelven cada vez más insuficientes para capturar la verdadera salud y sostenibilidad de nuestro sistema socioeconómico global. Necesitamos desarrollar nuevas métricas e instituciones que puedan gestionar la creciente complejidad e interdependencia de nuestro mundo.


En última instancia, el reto consiste en aprender a navegar este nuevo paradigma de una "superesfera económica" de una manera que beneficie a toda la humanidad y al planeta en su conjunto. Esto requerirá una colaboración sin precedentes entre científicos, líderes políticos, empresarios y ciudadanos comunes. Juntos, debemos forjar una visión compartida de un futuro sostenible y equitativo, y luego trabajar de manera coordinada para hacerla realidad.

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